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Artículo publicado en la Edición N° 19 de la revista Los Hijos del Huayna

Por Jorge Jové

Hay un rincón mágico desde el que se puede observar cuatro municipios paceños: Mecapaca, Achocalla, La Paz y El Alto. Al recorrer los aproximadamente 500 metros que separan ese punto del monumento que rinde homenaje a la memoria de don Antonio Paredes Candia, se aspira el aroma de eucaliptos y otras especies arbóreas nativas. La avenida Panorámica de Villa Tejada Alpacoma es una doble vía enlosetada que empalma con la ruta de ingreso a Achocalla. Este sitio privilegiado se halla en la ciudad de El Alto.

Palomas, curucutas, golondrinas, gorriones y hasta una pareja de altivos aguiluchos surcan el cielo. La tranquilidad es apenas interrumpida por el ruido de los motores de los vehículos que recorren por la aledaña avenida Max Fernández, de La Paz.

Esa sensación queda ratificada al observar que dos tiendas de abarrotes, una carnicería, dos talleres de mecánica automotriz y dos hostales funcionan en el lugar, mientras que se observa un parque y una cancha de pequeñas dimensiones. Cerca de un mediodía cualquiera, todos estos espacios parecen no tener clientes, parroquianos ni deportistas.

El 30 de marzo de 2019, en este sitio los dirigentes vecinales locales estrenaron un parque infantil y un mirador que forman parte de esa área de equipamiento junto a una estación policial, en la que un sargento permanece atento. La zona se estableció en 1971 y para alcanzar este logro, sus residentes debieron esperar 48 años para sentir legítimo orgullo por este lugar.

Al fondo de los jardines y a no más de 50 metros de un profundo barranco, los subibajas, columpios y resbalines, se yergue un mirador de hormigón armado. Un letrero advierte de que los niños menores de 10 años no pueden subir a la plataforma sin la compañía de sus padres o personas adultas.

Después de superar 34 escalones, se comprende el motivo de esa medida preventiva. La vista es espectacular, pero la altura sobrecoge y las barandas metálicas no parecen suficientes para contener a los pequeños en caso de ser necesario.

Al frente, oculto por una tenaz nubosidad, asoma apenas el Illimani, en tanto que el Mururata aparece en todo su esplendor y hacia el sureste, se observa la zona del Mallasa, el Zoológico Vesty Pakos y aún más allá, la subida a Huajchilla.

Es ya jurisdicción del municipio de Mecapaca. Incluso, se observa la Muela del Diablo desde su cara oeste, así como los senderos que llevan a su cima tanto desde Las Caballerizas, El Pedregal o desde el río La Paz.

Además, con solamente girar la mirada unos grados hacia el suroeste, se ve la región de Mallasilla y la infraestructura de la Universidad Privada Boliviana y si se continúa la rotación de los ojos, se encuentra el tibio verdor y las arboledas ubicadas en las laderas de Achocalla.

Sin embargo, cuando se dirige la vista hacia el noreste, es cuando uno queda sobrecogido por el panorama que ofrece La Paz. Allí está la hoyada paceña desde la zona Sur, como pocas veces se la mira; se ve también la ladera Este, Pampahasi y el sector por el que los viajeros se dirigen a los Yungas. Todo parece al alcance de la mano.

Da la impresión de que solamente se necesita estirar los brazos para tocar los edificios y las casas. Este mágico rincón alteño es también un lugar en el que enamorados se roban besos y caricias, en medio de los árboles, dos parejas ríen, se abrazan y se hacen mimos. La felicidad también encuentra un espacio lejos de miradas indiscretas e inquisidoras.

Se trata, sin duda ninguna, de un lugar que todo alteño y paceño debe visitar y disfrutar.